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HONRANDO A LA MUJER QUE HABITA EN MI
Hace
meses que voy rastreando dentro de mí una voz que me indica que una parte de mi
historia necesita mutar hacia otra forma de ser y de estar. Intuí hace un
tiempo que la vivencia de reconocerme como víctima de mi propia historia me
arrastraba a una vida de tristeza absurda, mantenida casi por acuerdo y
fidelidad a mi familia, a mi clan, como si un mandato interior guiara mis pasos
otorgando un espacio casi privilegiado a este personaje de la víctima que he
olisqueado y vivenciado repetidas veces en mis carnes.
Y
ahí fue como hace un par de meses tras un encuentro con mi salud inherente las
palabras límite, regla, víctima, verdugo empezaron a resonar fuertemente dentro
de mí.
Y
sólo hace unas semanas tras un encuentro pedagógico más allá de la pedagogía
convencional me encontré conscientemente con la mujer que lleva más de diez
años impartiendo clases en materia corporal y más de veinte acompañando a
personas con y para la conciencia del cuerpo.
En
fin, por ir a lo esencial en relación al personaje de la víctima (según la RAE
persona que se expone u ofrece a un grave riesgo en obsequio a otra), me he
dado cuenta del modo en que el ego desempoderado se convierte en víctima o
verdugo , el víctima “roba” energía del entorno, busca atención, llora, carga
con las culpas de todo su clan y sufre por no poder defender su libertad
personal. Entre tanto, espera su turno su opuesto el verdugo (persona muy cruel
o que castiga demasiado y sin piedad) que a la que tenga un hueco hará
presencia con su actitud fría y calculadora, actuando sin que le tiemble el
pulso. Sin conciencia de esta dualidad ambos actúan a sus anchas.
Y
lo digo sin acritud al fin y al cabo gracias a estos personajes mi conciencia
ha podido explorar más de un sendero.
Pero
como entiendo que es necesario autolimitarse, desde el darme cuenta me refreno
y reflexiono el modo en que hacerme cargo de estos dos personajes y entiendo
que sólo si transciendo mi educación autoritaria (en autoridades) podré habitar
mi cuerpo siendo más yo misma. Tomo conciencia de que mi columna vertebral
habla de cómo he sido educada y ahora puedo estirarme, plegarme, consciente de la
dirección y el compromiso de mi presencia como adulta que se hace cargo de su
cuerpo e incorpora a todos los personajes desde la conciencia del movimiento y
la palabra.
Esta
conciencia activa mi campo, un campo sin juicio porque sólo conozco porque
reconozco dentro de mi y así desde la conciencia de mi atmósfera observo la
culpa de mi ego que ha sido educado para tener que quedar bien…..
Es
sólo así, desde el autoconocimiento como puedo salir del juego de las
autoridades, de este antiguo paradigma de claroscuros en el que la autoridad
mal gestionada te desconecta del cuerpo, porque el cuerpo te pide una cosa pero
lo que crees que tienes que hacer pesa y entonces no te mueves. ¿Te suena?
Y
ahora te invito a la reflexión y uso el plural. Si queremos salir de esta
educación hay que cambiar el
autoritarismo por la presencia.
Y
que es la presencia?. Según la RAE
(talle, figura o disposición del cuerpo).
El
simple hecho del darse cuenta de nuestra posición en la columna vertebral nos
dice cómo hemos sido educados, en la rigidez, en la sumisión, en la
prepotencia, sin juicio, pero con observación y así me auto observo, me veo,
nos vemos cómo momento a momento modificamos nuestra posición corporal y nos
descuidamos en la postura, perdiendo valor y poder personal, esclavos de
nuestros propios dramas. Es así como desde esa observación podemos incorporar
nuevas posturas y actitudes que nos permiten conductas más saludables, estando
presentes en nuestro cuerpo.
Recuerdo
algunas enseñanzas recibidas en los grupos de crecimiento personal que transité
hace años, enseñanzas positivas pero que requerían de una actitud consciente y
crítica, aún hoy resuenan en mi interior esas palabras”mi mente, mi corazón, y mis
manos”. Y no es que las palabras sean inadecuadas, sino que fue mi
falta de presencia y de rebeldía lo que fue inadecuado, seguí al maestro
exterior y gracias a esto aprendí que todo lo que llega a mí ya lo conozco,
sólo tengo que darme un momento,… darme una pausa, …respirar y aceptar lo que
viene a mi como adecuado o no, sólo yo puedo abrirme a la experiencia de
incorporar lo que ya sé, esto hace que nada sea mejor ni peor, sólo mi ser
elige aquello con lo que vibra sin lucha, sólo aceptación y gozo.
Me
recuerdo separando las tres calderas, las tres esferas corporales inseparables.
Siempre creí que el equilibrio se representaba a través de una balanza y no
hace mucho he descubierto que el desafío es ir más allá de la balanza y habitar
el corazón. En él habita lo esencial, en él no me pierdo en los detalles.
La
dualidad de la balanza me hace entrar en proceso de desconexión, hay bien y
mal, víctima y verdugo, hay mente y cuerpo, hay mejor o peor, no se trata de no
sopesar antes de cualquier decisión sino, de no quedarse demasiado sopesando y
sopesando, e ir a la esencia de las cosas, ahí uno simplifica.
¿Y
cómo ir a lo esencial?.
Para
mí sólo a través de tomar conciencia, presencia,
atención. Reconocerse a veces es incómodo, es un acto de rebeldía dónde uno no
se conforma con la educación recibida, la honra eso sí, honra lo aprendido, el
regalo recibido por los tutores de la infancia pero, elige donde seguir el
camino que le mostraron y dónde abrir nuevos senderos, desbordar el propio río
de vida de cada uno de nosotros, ya que somos únicos.
El nacimiento de Venus de Botticelli
Y
volviendo a la mujer víctima, …. Es que, nos han enseñado tan bien…. Sumisas,
con culpa permanente por no poder quedar bien….el drama y la tragedia están
siempre servidas. Y es curioso porque cuando visito o me visita esta parte
aprendida de mí veo al otro lado de la moneda al verdugo implacable, frío y
calculador, al que no le tiembla el pulso.
Repetir
patrón, es normal, repetir el juego o la danza de la vida, sólo repito porque
me reconozco dentro de la familia en la que me crié, por esperar a que otro de
luz a lo que llevo dentro, victimismo
por no comprender las reglas del juego de la vida y aceptarlas o salirme
del juego.
Pero
claro para salirse del juego, uno tiene que conocer que hay otras formas del
juego, ese es el reto, el desafío donde la creatividad está disponible y las
musas se disponen a la inspiración en torno al artista.
Cuando
una entiende las reglas ya no hay juicio, salimos de uno de los mayores
autoengaños que supone el ser víctima o verdugo. Así abrimos nuestro campo de
creencias y nos convertimos en creadoras de nuestra historia personal.
Pero
esto es sólo teoría, sólo se puede enseñar mostrando, y estamos tan anestesiadas.
En
estos años de docencia y de consulta acompañando a seres humanos desde los
recién llegados hasta los que están en tiempo de partir hacia la otra orilla,
he observado como trabajan los inhibidores del sentir, cómo provocan enfermedad
en el cuerpo. Adiestrados desde el vientre materno, en los años de trabajo con
recién nacidos, se observa como la educación comienza en el vientre de la
mujer, el padre, la madre y el entorno son responsables de la atmósfera que les
envuelve y en más de una ocasión esta atmósfera es nociva para el bebé y aunque
la madre y el padre cuiden de que alimentos físicos se ingieren, en ocasiones
la mujer está envuelta por otros alimentos invisibles, relaciones tóxicas que
debilitan los vínculos de la nueva familia, sometida a la culpa por el que
dirán si nos salimos del redil, por el quedar bien, alimentando de nuevo el
papel del víctima o verdugo.
Sólo
desde el camino del corazón las mujeres y los hombres honrando a sus familias
de origen pueden cerrar el nuevo círculo que crean al traer a un nuevo ser
humano al mundo, cuidando de él, colocando nuevos límites desde el amor para
proteger al recién llegado.
Cuidemos
de ellos, de los que están por llegar creciendo en el vientre de sus madres y
por los que están ya aquí, por los adultos, por los ancianos, hagamos caso a
nuestras tripas cuando hablen, a proteger, a decir “No” o “Sí”, por salud, por
esta nueva educación desde el vientre, no por quedar bien, no para seguir
engordando la culpa y el victimismo, agradecidos a nuestros padres, pero
dispuestos a ensanchar nuestro propio río y desbordarlo para que alimente
nuevas tierras y germinen nuevas semillas de conciencia.
Samara.